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2010/12/01

1 - CAÍDA (ありがとう = Arigatou) by: Akane A. Moreno



1 – CAÍDA.
      Eri Milán caminaba sumida en sus pensamientos, o más bien en el déficit de estos, cuantos más pasos daba más le costaba seguir caminando. Por fin llegó a su casa, el trayecto de la parada del autobús hacia el edificio en el que vivía no era muy largo, apenas un par de minutos, mas a ella siempre se le hacían eternos; nada más entrar por la puerta fue a su habitación, la primera puerta del pasillo, y se descolgó la mochila con desgana, se quitó la fina chaqueta de deporte azul y suspiró. Salió de su habitación para entrar a la puerta contigua, el baño, tras hacer sus necesidades y lavarse manos y cara se miró al espejo que había sobre el lavabo, se examinó cuidadosamente. Pelo desarreglado, quebrado, pajizo y de un descolorido castaño oscuro, mal cortado y peinado en un par de coletas torcidas. Se secó la cara y volvió a mirarse. Un par de ojos marrones cansados, ojerosos, tristes, vacíos... Mofletes rechonchos y grasientos. Intentó contener el llanto y es que se preguntaba si a sus catorce años era normal tener esas pintas por fuera y ese desastre por dentro. No, no lo era.
      Se echó agua de nuevo en el rostro y se lo volvió a secar, sonó su nariz y salió del baño. Caminó hacia la cocina y calentó su plato de comida, en silencio. Cuando el microondas hizo sonar su pitido cogió los cubiertos y sacó el plato de su interior, caminó hacia la mesa, se sirvió agua en un vaso y se sentó a comer. En completo silencio, en completa soledad. Terminó al cabo de veinte minutos, recogió y se lavó los dientes, se puso manos a la obra mirando y haciendo sus deberes; comprobó el reloj varias veces antes de enfilarse nuevamente la chaqueta de deporte finita de algodón y salir de la casa.
      Anduvo con paso ligero, cinco minutos tardó en llegar a la puerta del colegio. Esperó. Minutos después sonaba la campana de la Iglesia de al lado siguiéndole a esta el sonido de la sirena del recinto. Los niños se empujaban para salir, igual que las madres para recibirlos, pero ella se quedó a un lado de la verja esperando ver aparecer a ese rostro infantil e inocente tan conocido para ella. Cuando la vio movió el brazo captando su atención. Volvió a esperar y la pequeña salió de entre la multitud de niños y madres y llegó junto a Eri, su hermana mayor.
-¿Cómo te ha ido el cole hoy, Isa? –le preguntó a la menor.
      Regresaron a la casa cogidas de la mano, la mayor escuchando y la pequeña hablando. Al llegar, Isabel dejó su mochila en una silla de la sala y se sentó en otra empezando a sacar su tarea para hacer. Eri, por su parte, le preparó la merienda a la menor y se la llevó para luego ir a su habitación y seguir con los deberes.
      Los deberes no fueron un problema para Eri, los terminó relativamente rápido, luego estudió y se preparó la mochila, una vez hecho se tumbó en su cama y cerró los ojos. Ya había ocupado su mente con la tarea, ¿de qué manera podía no pensar en lo que le sucedía si no tenía nada con lo que evadirse? Y es que para Eri Milán la escuela y la casa eran dos mundos diferentes, pero dos mundos parecidos. No recordaba exactamente cuando empezaron las burlas y los acosos por parte de sus compañeros, lo único que recordaba era el dolor que estos le provocaban. ¿Y en casa? ¿Cuándo empezó a sentirse de más? ¿Cuándo empezó a decirse: seguro que estarían mejor sin mí? No podía contestar ya que para ella había sido desde siempre.
      Lloró y se durmió.
      Pasaron unas horas y llegó la madre de las niñas, cansada de haber estado trabajando, dejó su bolsa en la entrada y pasó a dentro viendo a la hija menor entretenida con los dibujos.
-Helus –bromeó la mujer.
-Hola mami –contestó la niña.
-¿Y tu hermana?
-Eri está en el cuarto.
      La madre vio la puerta entornada y llamó, al no recibir respuesta abrió viendo a su hija mayor abrazándose encogida sobre la cama; se sentó en el borde de la cama y la meció, ella abrió los ojos lentamente sintiéndolos pesados.
-¿Mm? –preguntó la menor con una onomatopeya.
-Ya he llegado. ¿Te pasa algo? ¿Te sientes mal?
-No… no es nada.
      Su madre suspiró como respuesta.
      ¿Si su madre sabía algo de lo que pasaba por la cabeza de la chica? “Algo” ya que a Eri se le daba muy bien ocultar lo que pasaba.
      Más tarde llegó César, el hermano mayor. Como hermano mayor podría haberse interesado por Eri cuando su madre le contó lo que ella le había contado pero en vez de eso prefirió insultarla y echarle las culpas de aquello que le ocurría.

      Mes y medio después: 27 de junio.
      El dolor y presión eran insoportables para la adolescente, ya no podía más, la noche anterior había recibido a su móvil cientos de insultos y esa misma mañana había discutido con su madre al punto de gritarse barbaridades, las cuales, calaron hondo suyo terminándola de destrozar. Se levantó de la cama y abrió el primer cajón del chiffonnier en el que tenía un sinfín de cosas, y entre esas cosas: un Cutter, lo sacó con manos temblorosas pasándosele por la cabeza centenares de malos momentos, de malas palabras y malos sentimientos, abrió la hoja afilada del artefacto y tragó saliva; empezó a pensar, recapacitar, meditar sobre el daño que podría tener como consecuencia la cobardía que estaba apunto de hacer, pero pensó que dicho daño pasaría sin mayor transcendencia, como lo hace una tormenta; puso la hoja del Cutter en su muñeca y cerró fuerte los ojos apretando la mano que sentía el frío de la hoja, se dispuso a presionar y cortar cuando sintió un golpe en la espalda que la hizo caer de rodillas al suelo tirando el arma blanca lejos, tenía el vello de punta y un helado viento congeló su nariz y orejas. Tenía los ojos bien abiertos, ¿qué había pasado?
      No dijo nada de lo ocurrido a su familia. Esa misma noche, después de ducharse, sacó su ordenador portátil, y empezó a navegar por la red viendo videos de YouTube hasta que le vio a ÉL. Ya le había visto antes, era una estrella en Japón con muchas fans, y le había resultado egocéntrico y estúpido, pero en realidad no supo nada de él hasta ese momento. Era un video documental de su vida, Eri quedó en shock tras la visualización del video, y es que él era igual a ella, totalmente iguales, el único cambio… la fuerza.
-¡Decidido! –se dijo a sí misma- A partir de ahora voy a cambiar… voy a ser igual de fuerte –dijo mirando su reflejo en el cristal de su habitación.
-¿Eri? –Isabel, con quien compartía la habitación, se había despertado por las palabras de su hermana.
-¡Perdón! No quise despertarte, vuelve a dormir Isa.
      La pequeña volvió a dormir mientras que ella empezó a buscar sobre él.
      Y en el fondo de esa fría, amargada, dolida, dañada, rota niña de catorce años fueron creándose unas leves brasas, brasas que se convertirían en fuego, valor, ánimo y, sobre todo, fuerza.
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